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Compás, el motor del flamenco

El compás es el pegamento que nos mantiene conectados. Es la cuerda umbilical que une música y baile manteniendo la coherencia, a la vez que proporciona un espacio “seguro” para crear momentos emocionantes de gran altura.

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A estas alturas, sabéis que me encanta hablar de compás, probablemente el elemento peor comprendido del flamenco, a la vez que condiciona cada intérprete y seguidor de este género. Se necesita algo más de 12 (u 8) tiempos para representar el compás, y si no, ve a preguntarle a Popeye el marinero. Cuando canta su numerito acerca de las espinacas, es fácil detectar el compás compuesto tan familiar con medidas de dos y de tres. Pero ¿se siente como bulerías? ¿Son bulerías?  Si no es así, ¿qué es lo que falta?

Regla número uno. La mía: si necesita ser detectado con lupa, no es compás. El compás debe ser user-friendly (amigo del usuario), no un experimento disfuncional en cómo despistar a los demás. Puede sorprender, pero siempre de manera positiva, como “vaya, ¡qué fraseo tan original!”, y no negativa, como “¿qué es lo que acaba de pasar?”.

No hace mucho, un joven guitarrista me explicó que ahora se considera cool hacer que lo que está bien cuadrado, suene cruzado. Eso sí que no lo entiendo. El compás es el pegamento que nos mantiene conectados, incluso cuando el guitarrista, cantaor, bailaor o el que toca el yembé parece estar en su propio mundo. Es la cuerda umbilical que une música y baile manteniendo la coherencia, a la vez que proporciona un espacio “seguro” para crear momentos emocionantes de gran altura.

 

«Pierre Lefranc me preguntó si esto de Diego Carrasco era aquello de la fusión y tal de la que habla la gente. Pues no, era lo contrario de la fusión. Es la fuerza cruda de la máquina del compás»

 

Miremos nuevamente a aquel gurú jerezano, Diego Carrasco.  ¿Por qué su compás es más interesante que el de otro?

El expansivo e indescriptible Diego conoce las reglas del juego, y las empuja hasta los límites, siempre calculando diabólicamente bien para abstraer la esencia sin perjudicar la estructura. Incluso los aficionados más intransigentes captan su mensaje. En una actuación de Diego hace unos años, el muy admirado y añorado investigador Pierre Lefranc, que estaba sentado a mi lado, me preguntó si esto de Diego era “aquello de la fusión y tal de la que habla la gente”. Después de meditarlo brevemente, le contesté que era lo contrario de la fusión; en lugar de agregar elementos culturalmente ajenos, esto era la eliminación de lo superfluo, dejando el flamenco desnudo y destilado. No es un martinete, no. Es la fuerza cruda de la máquina del compás.

El compás pregona la condición de flamenco y liberación. Es una elocuente lengua franca que llega directamente a la esencia, con un aparentemente sencillo swing insinuado que no admite peros. Nos lleva por la gran autopista de lo jondo de la mano de genios como Diego y tantos otros, y no miras hacia atrás ni escuchando la voz de Pierre que retumba en tu cabeza: “¡Pero no hace nada como es debido!”. El seductor seduce. No hay manera de parar la fiesta infinita entre los oídos de este viejo lobo que tiene la serena presencia de un faraón que tiene el “tronco” del mismo guardado en su sala de estar.

 

«Los antiguos nunca contemplaron enumerar los tiempos. No relacionaron las líneas de verso con las medidas de compás como es la costumbre actualmente»

 

Diversas épocas han tratado los ritmos del flamenco de distintas maneras. En general, el compás ha llegado a ser más medidito y cuadriculado en décadas recientes, debido en parte a la manera en que los discos son grabados y retocados digitalmente después de los hechos por técnicos especializados, un proceso que resulta más fácil cuando las melodías aterrizan meticulosamente en su sitio. Esto no es necesariamente cosa positiva.  Cuando escucho el compás creativo y desenvuelto de cantaores anteriores como Fernanda de Utrera o el Tío Borrico, se nota una soltura, el oxígeno que falta en los intérpretes de hoy en día. Los antiguos nunca han contemplado enumerar los tiempos, y probablemente no relacionaron de forma consciente las líneas de verso con las medidas de compás como es la costumbre actualmente. A veces escuchamos a cantaores jóvenes criticar a estos artistas clásicos o instintivos por lo que ellos consideran cantar cruzao. Sin embargo, fue un concepto ecléctico con un compás envolvente en bucle que aportó frescura y vida a cada interpretación.

 

 


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Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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