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Recordando a José Domínguez ‘El Cabrero’

Estaría bien que la Bienal tuviera un detalle con El Cabrero. Es hora de reconocimientos, olvidando prejuicios y gustos. Yo mismo no fui de la cofradía cabrerista, pero el cantaor de Aznalcóllar formó parte de la banda sonora de mi vida.

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No voy a ser tan hipócrita de decir a estas alturas de mi vida que siempre fui cabrerista, porque no sería verdad. Sí es cierto que me gustó este cantaor cuando comenzó a cantar en los festivales de verano, por los fandangos de Huelva que interpretaba antes de empezar a hacer aquellas letras contestatarias que tanto dinero le dieron y que llenaban los festivales. Con la muerte del dictador y la llegada de la democracia, el cantautor morisco Manuel Gerena dejó de interesar como antes y Menese y Morente fueron alejándose también de las letras protesta. Llegó el cantaor de Aznalcóllar con aquella voz tan campera y hermosa, un verdadero cabrero del sur, y cogió el testigo del cante contestatario.

 

Había ya democracia, pero millones de trabajadores y jornaleros del campo no acababan de estar contentos con los distintos gobiernos, tanto de la derecha como de la izquierda, y en los pueblos había paro y abandono social. El Cabrero se convirtió en la voz flamenca de aquellos andaluces desengañados y descontentos, y de fuera de Andalucía, llegando a ser más taquillero que Camarón, Lebrijano o Fosforito. Si había dos mil personas en un festival, mil o mil quinientas las llevaba El Cabrero. Había colas interminables en las taquillas y cuando llegaba el cantaor a la puerta del recinto había siempre cientos de seguidores para tocarlo y pedirle autógrafos. Incluso para olerlo. Alguna vez vi cómo alguien se acercaba a él y salía diciendo: “Pues es verdad, huele a campo”.

 

 

«El Cabrero fue ídolo de masas y ha dejado una obra interesante, reflejo de una época, la que va desde los setenta a los noventa, en la que el cantaor de Aznalcóllar aportó un estilo original y un ineludible compromiso con Andalucía y su cante jondo»

 

 

Pero al margen de todas estas anécdotas y consideraciones sobre la fama del cantaor sevillano, José Domínguez fue un cantaor de una considerable pureza. Tenía sus referencias estilísticas, pero jamás  fingió ningún tipo de voz. Era dueño de su propio sonido, una voz natural, campera, potente y bien timbrada, que te llevaba a la sierra, al campo, haciendo verdad aquello que dijo Antonio Mairena, que la pureza era “el sabor al paisaje”. Un fandango de Alosno no te puede llevar a Pontevedra, aunque la letra aluda a esta bonita ciudad gallega, sino a los campos alosneros, sus empedradas calles y sus esquinas de acero. Y El Cabrero te llevaba a la sierra y a la tierra de calma, a los cerros y los arroyuelos, a los riscos, al pasto seco, los verdes prados y las lagunas invernales.

 

Creo sinceramente, sin haber sido cabrerista, que el flamenco no está siendo justo con este cantaor, que acabó cantando como un maestro y recordando a grandes genios del cante como Mairena, Talega, Perrate o Toronjo. Tardé en decir que cantaba bien, pero lo logró. Cuando el fandango de Huelva estaba por los suelos, con Toronjo en clara decadencia, él lo hizo regresar a su sitio, donde lo pusieron Rengel, Rebollo, Juan María Blanco, Paco Isidro o el propio Paco. Incluso logró también que el mismo Toronjo fuera más valorado. Durante décadas, El Cabrero fue ídolo de masas en España y fuera de nuestras fronteras, como en Francia, y ha dejado una obra interesante, reflejo de una época importante del cante jondo, la que va desde los setenta a los noventa, en la que el cantaor de Aznalcóllar aportó un estilo original y un ineludible compromiso con Andalucía y su cante jondo.

 

Retirado y viviendo en el Aljarafe sevillano, estaría bien que la Bienal tuviera un detalle con este cantaor. Es la hora de los reconocimientos importantes, olvidando cualquier tipo de prejuicios y dejando a un lado los gustos. Yo mismo no fui de la cofradía cabrerista, pero es un cantaor que formó parte de la banda sonora de mi vida durante años. Larga vida, maestro José.

 

Foto: Vicente Pachón

 

 


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Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

9 COMMENTS
  • EMILIO SOUTO ALONSO 5 abril, 2022

    Señor Bohórquez, el público es el que pone a cada uno en su sitio y, a El Cabrero, le puso en el número 1. Está claro que a los defensores de la corriente gitanista flamenca, siempre les fastidió la presencia de este “intruso” que cantaba bastante mejor y con más gusto, que todos los cantaores flamencos gitanos de la época y que, para colmo, no hacía la pelota a ningún “plumilla” de turno. Flamenco=Gitano, decían los autodenominados flamencólogos pero, hete aquí, que llega Gerhard Steingress con sus “tochos” de investigación real, y echa toda esa patraña por los suelos. El flamenco no era otra cosa que un arte post romanticista que recopila cantes populares, estrofas, bailes, ritmos, etc., del acervo popular español que recoge Silverio Franconetti y lo estructura. El Cabrero como dijo Távora, canta con la sinceridad de su persona algo que, como usted bien sabe, es una “rara avis” en el Flamenco. Saludos.

    • Manuel Bohórquez Casado 6 abril, 2022

      Estimado lector. Yo no creo que el Cabrero haya sido nunca el número uno del cante, pero es usted libre de darle ese título. Gracias por su comentario.

      • EMILIO SOUTO ALONSO 6 abril, 2022

        Creo que no me ha entendido. Ha sido el público, con esos llenos que usted menciona, quien le ha colocado a la cabeza de los cantaores; el público, ese pueblo de la Andalucía rural que pasaba de las críticas de usted y de otros muchos gitano-flamenquistas. Esos de “El Pilili, hijo de la Pilala y nieto de la Pilona”. ¡Cuánto daño han hecho! A El Cabrero le contrataban cerrando los festivales para no provocar estampidas antes de tiempo. Ni siquiera Camarón se atrevió a cerrar un solo festival en el que coincidieran juntos. Ya sé que no le voy a convencer de nada pero recuerde aquello de “Ni canta, ni baila, pero no se la pierdan”… El Cabrero ha sido un artista verdadero, fuera del ojanismo acostumbrado en esos medios y eso, al parecer, les molestaba tanto como para vetarle de Bienales. Hay mucho “fisno” en eso de los flamencólogos que apadrinaban a algunos “tarugos” tratando de intelectualizarlos. El Cabrero era todo un intelectual, natural, no manejable, y eso, en ciertos espacios, NO SE PERDONA.

        • Manuel Bohórquez Casado 7 abril, 2022

          ¿Se refiere al público que escuchaba al Cabrero y se iba?

          • EMILIO SOUTO ALONSO 12 abril, 2022

            Parece que, los “críticos” como usted, estaban más en el ambigú que en el recinto. Solo puede decir eso una persona que guarda un rencor de siglos al cantaor por alguna oscura razón. Recuerdo que Antonio Pulpón decía de El Cabrero, “Este es mi as de oros”. Vea, oiga, escuche, ponga atención, y pásmese señor mío… https://www.youtube.com/watch?v=DTJ9PgBHowo

          • EMILIO SOUTO 13 abril, 2022

            “Llegando a ser más taquillero que Camarón, Lebrijano, o Fosforito”…eso Bohórquez, es de su cosecha. Las palabras traicionan.

  • Pablo Manuel Núñez Fernández 6 abril, 2022

    Pascual González decía, menos rocieras y más sevillanas. Yo digo menos gitanos interesados y más cantaores flamencos auténticos. Mi agradecimiento y homenaje al Cabrero por su arte y entrega.

  • El Cabrero ha sido y es un cantaor auténtico con estilo propio, le corresponde mucho más reconocimiento del que ha tenido y tiene! ???

  • Adolfo Cortés 19 abril, 2022

    Que viva el Cabrero y su arte contestatario en un mundo de borregos…

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