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El abuelo y la anarquía flamenca

El Planeta, la primera gran figura importante del cante andaluz, era tan purista que le reñía a El Fillo. Y El Fillo, a Silverio. El arte flamenco no se creó en una reunión de cabales, con representación de todas las provincias, de gitanos y gachós, sino que fue surgiendo en un proceso lento y geográficamente diverso.

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– Abuelo, una de las cosas que más me sorprenden del mundo del flamenco actual es el desorden que hay, cada uno va a lo suyo, a su bola, como decimos los jóvenes. No es que haya que hacer unos estatutos, crear unas normas a seguir, con sus leyes y todo, pero no estaría mal un poco de coherencia, ¿no?
– Este arte siempre ha sido anárquico, Manolillo, aunque se pueda pensar lo contrario, que es un mundo excesivamente conservador. Solo tienes que investigar un poco en sus orígenes y lo descubrirás. Fíjate en El Planeta, la primera gran figura importante del cante andaluz, tan purista, que le reñía a El Fillo. Y El Fillo a Silverio. A partir de ahí te podría poner un montón de ejemplos muy válidos.

– ¿Y no es eso parte de la grandeza y singularidad del flamenco, abuelo?
– Por supuesto, niño. ¿Cómo si no sería tan rico y variado, con tantas escuelas diferentes, estilos y corrientes artísticas? La libertad, Manolillo. Triana era un mundo diferente al Barrio de Santiago o San Miguel de Jerez. Y estando al lado, Cádiz era diferente al Puerto de Santa María o Puerto Real. La Mejorana y Antonia la Coquinera triunfaron en Sevilla, en una misma época, porque cada una tenía un estilo, a pesar de ser casi vecinas. Y El Raspao, de Cádiz, no tenía nada que ver con Miracielos, de Sevilla, siendo de una misma época.

 

«No te creas que Chacón inventó el cante. Estaba inventado ya, pero es cierto que él le dio una nueva mano de barniz. Cuando Galerín le preguntó que si cierta malagueña era suya, él le contestó: “Sí, letra y música mía”. Y era verdad»

 

– ¿Por qué se habla entonces de los patrones primigenios, clásicos?
– Tú lo has dicho, los patrones, no el patrón. El arte flamenco no se creó en una reunión de cabales, con representación de todas las provincias, de gitanos y gachós, sino que fue surgiendo en un proceso lento y geográficamente diverso. Te cuento una cosa, Manolillo. Cuando vino el Niño de Cabra al Café del Burrero, a finales del XIX, que vino a vender una carga de ajos de Rute, dijeron que era una copia de Chacón. ¿Cómo iba a ser una copia de Chacón si el jerezano aún no había grabado y, además, parece ser que nunca lo había escuchado? ¡Cuentos de la tía Carlota! ¿No sería que ambos habían bebido en la misma fuente, la del pueblo? No te creas que Chacón inventó el cante. Estaba inventado ya, pero es cierto que él le dio una nueva mano de barniz.

– Entonces, abuelo, ¿el cante es un arte de creadores o no?
-¡Nooo! Hubo compositores, claro. El mismo Chacón, cuando Galerín le preguntó que si cierta malagueña era suya, él le contestó: “Sí, letra y música mía”. Y era verdad, Chacón fue un músico porque tenía condiciones: afinación, colocación de la voz, cuadratura, sabiduría… Pero había aprendido de maestros anteriores como Salvaorillo, Paco la Luz, Silverio, Juan Breva, Curro Durse, El Mellizo…

– Y Paca Aguilera continuó el estilo de La Trini, ¿no?
– Eso es un cuento, que te lo crees todo. Me hace gracia que digan eso, cuando Paca Aguilera murió veinte años antes que La Trini. Entonces, ¿cómo iba a ser la legataria de la escuela de Trinidad Navarro? No tiene lógica, sentido. Ni tampoco de su paisana La Andonda, porque murieron con escasos años de diferencia. El problema, Manolillo, es que se escribe y se aseguran cosas sin investigar nada.

– ¿Sabes quién es el Niño de Elche, abuelo?
– ¿Quién has dicho?

– El Niño de Elche.
– Ni idea, niño. ¿Era de la época de la Ópera Flamenca?

– No, actual. Dicen que es el nuevo revolucionario del cante.
– Canta al revés, ¿acaso?

– Tampoco lo conozco, abuelo. He leído en alguna parte que hace ruidos raros con su propia voz. Esas cosas.
– Ni idea. Sabes que ando algo alejado del cante. El Peluso ya hacía eso hace un siglo: imitaba cantando los sonidos del tren, de ciertos animales y hasta de las primeras máquinas de café. Y lo hacía por chuflas. O sea, que eso no es nuevo.

– No hay manera de llevarte al huerto, abuelo.
– No te creas. Tu abuela me llevó y ando aún subido en la higuera.

 

Imagen superior: ‘Un baile de candil en Triana’, 1862-1873. Por Gustave Dore.

 

 


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Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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