El abuelo y el mairenismo (7)
Según el propio Antonio Mairena, sus referencias fueron siempre Manuel Torres, Joaquín el de la Paula y los Pavón, en especial Pastora. Hablaba mucho también del Niño Gloria, y por supuesto de Juan Talega.
– Abuelo, ¿cómo fue la formación de Antonio Mairena en su pueblo? ¿Qué cantaores influyeron en su estilo?
– Según el propio Antonio Mairena, sus referencias fueron siempre Manuel Torres, Joaquín el de la Paula y los Pavón, en especial Pastora. Hablaba mucho también del Niño Gloria, al que copió en la saeta, y por supuesto de Juan Talega. Pero no vivía en su pueblo y cuando se es niño uno aprende de lo cercano. No me imagino al Niño de Rafael, de jovencito, de fiesta con Torres, Joaquín o Pastora. Otra cosa es que ya adolescente fuera a Alcalá a ver a Joaquín para cogerle el aire de sus soleares, pero no hay constancia. Por tanto, Mairena recibe primero la influencia de los cantaores de su pueblo, que los hubo, y la mayoría no eran gitanos. No eran tampoco profesionales, pero sí muy buenos aficionados que cantaban en el teatro o el cine del pueblo, reuniones familiares, tabernas o la Feria, la más antigua de Andalucía, frecuentada por cierto por cantaores desde los tiempos del Planeta y el Fillo.
– Pero él no habló mucho de esa otra fuente, abuelo.
– Ciertamente, porque le interesó más hablar de la otra, la gitana, y decir que fue discípulo de los genios citados. En Las confesiones de Antonio Mairena (1976), sus memorias, se refiere a esos cantaores de su pueblo de una manera elogiosa, aunque recalcando que eran cantaores de la escuela gitana-andaluza. Él decía que allí no gustaban Chacón o Marchena, sino Torres, el Gloria, Juan Talega…
– ¿Quiénes eran esos cantaores agitanados, según Mairena?
– Francisco Marcelino, El Baratero, Claudio padre, Curro el de las Albinas y Diego Manolete, partidario de Chacón en Mairena. “El único de Mairena que era partidario de Chacón”, dijo, como si los hubiera contado. Se refería también a los hermanos Coquilla, Trigueros, Luis Antúnez –hijo de Curro el de las Albinas–, o Pepito de Anzúcar entre otros. Todos más gachés que un olivo, pero agitanados. Mairena aprendería mucho de estos aficionados, pero apenas se refirió a ellos como maestros. Estos cantaores solían cantar sobre todo en reuniones privadas y locales como el Café de Fondita, el Teatro de Cantarito, el Salón del Centro, la Casa de Chileto o la de Cipriano.
¿Sabes lo que dijo un día Mairena? “Dichosa la hora en que los cantaores tenemos derecho a críticas, porque antes no había críticos”
– Contaba Mairena que un día abuchearon al Niño Gloria, a pesar de lo que gustaba en Mairena, porque cantó fandangos de Lucena.
– Sí, eso fue así. O sea, que Mairena despreciaba el cante de la escuela castellana o andaluza no solo por influencia de gitanos viejos que le calentaron la cabeza, sino por la de su propio pueblo, como él mismo reconoció. Me precio de conocer bien Mairena del Alcor y es un pueblo delicado para muchas cosas, pero sobre todo para el cante, pero no he visto nunca que abuchearan a ningún cantaor en su concurso o festival. A Mairena sí lo solían abuchear a veces, cuando empezaba, porque no gustaba mucho, a pesar de su escuela gitana. No gustaba su voz, aclaro. En aquellos años los aficionados eran críticos y no aceptaban a cualquiera si no les gustaba. En Sevilla pasó con el Canario de Álora en el siglo XIX. Debutó en la ciudad de la Giralda y no gustó. Regresó con su malagueña nueva y la lió. A Fosforito tampoco lo aceptaban en algunas provincias andaluzas cuando ganó en Córdoba en 1956 y lo contrataron el Pinto y Valderrama.
– Fuera de Mairena, ¿Antonio aprendió algo de artistas no gitanos?
– Por supuesto. Todos aprenden de todos, y él no iba a ser una excepción. Naturalmente, era gitano y sus principales referencias lo eran también. Pero era estudioso y no solo de los discos de cantaores gitanos. Todavía viven algunos coleccionistas de discos de pizarra que podrían hablar de lo que le gustaba escuchar en sus casas, desde el Mochuelo hasta el Carbonerillo. Lo escuchaba todo, y eso habla bien de él como aficionado. Era raterillo, además, lo que pasa es que cogía un cante y le daba la vuelta. Lo hacía suyo. Salvaorillo hijo, por ejemplo, era muy amigo suyo y aprendió mucho de él.
– Abuelo, ¿conoces alguna anécdota sobre Antonio y el cante gachó?
– Sí, hay una muy graciosa. Un día fui con Enrique Morente a tomar café con a un bar de Tomares, el Bar Estanco, y el dueño, Pepe el Chato, un buen aficionado, tenía puesta una cinta en un radiocasete. No iba a una velocidad correcta y ninguno de los que íbamos con él supimos qué cantaor era. Entonces, dijo Morente: “Es Mairena en su época paya”. Y resulta que sí, que era Mairena cantando fandangos de Rengel, un gachó de Huelva. Morente lo sabía todo. Y Antonio también.
– Abuelo, cómo eres. Cuando te mueras te voy a echar mucho de menos, porque eres una enciclopedia viviente, lo sabes todo. Tienes vinagre en las venas, pero te camelo mucho.
– ¿Y eso del vinagre, Manolillo?
– Que tienes muy mala baba, abuelo.
– Tú me preguntas y yo te respondo con sinceridad.
– Sí, pero como los hay que aún no tienen claro quién es el abuelo y quién el nieto, eso a veces me crea problemas. El otro día un amigo mairenista me pidió que no fuera al Festival de Mairena, porque podía tener problemas.
– No tengas miedo de nada, que nadie se come a nadie. ¿Sabes lo que dijo un día Mairena? “Dichosa la hora en que los cantaores tenemos derecho a críticas, porque antes no había críticos”.
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joaquin luque tenllado 18 septiembre, 2021
Excelente exposición narrativa del mairenismo por parte de Bohórquez.
Esta corriente ha dañado inmensamente al pluralismo epistemológico del flamenco, estableciendo unos criterios dogmáticos más bien anclados en una subyacente teoría racial. Lástima que Ricardo Molina, el gran polígrafo cordobés, cayera hechizado por la personalidad de Mairena. No obstante, en uno de sus últimos ensayos, bosqueja una suerte de tímida palinodia al nominar al mairenismo como “etnocentrismo”.
Felcidades al maestro Manuel Bohórquez.